La historia y el origen del café han generado ríos de tinta, con libros, tesis e incluso leyendas que atribuyen a casualidades que hoy en día el café sea la bebida más famosa del mundo.
Lo cierto es que la historia del café es la historia de la Humanidad, basada en la prueba y el error, en los inicios de la agricultura, en el comercio, pero también del colonialismo, la esclavitud o la globalización.
¿De dónde sale el café, cuál es el origen de la procedencia del fruto?
En realidad hay más incógnitas que certezas, pero hay consenso en que los frutos del arbusto de café se empezaron masticando, luego macerando con agua fría durante horas. Y solo en el siglo XIII infusionados tras secarse al sol o tostándose más tarde.
Pensar que el café tenga un solo origen geográfico resulta cuestionable, si bien es cierto que hay cierto quorom a la hora de ubicar en la actual Etiopía como lugar de donde proceden los árboles de café silvestre.
Para poder confirmar la existencia de algo lo primero es menester que haya testimonios de su existencia, o en el caso del café de su recolección y consumo.
Parece que la tribu oromo, de la Abisinia etíope, empezó a consumir los granos de café allá por el siglo XI-XIII. Los efectos estimulantes y energéticos debieron de gustar a los oromo 🙂
La leyenda del pastor y el café
Como si fuese un cuento de Andersen o de los mejores fabuladores, el origen del café tiene una leyenda asociada que sobresale entre otros mitos. La tradición oral cuenta que un pastor llamado Kaldi se fijó que sus cabras comían los granos del arbusto de café en las laderas de Kaffa, en Abisinia. El café les proporcionó un “chute” de energía, y las cabras parecían algo más alegres de lo habitual.
La curiosidad mató al pastor, y aún cuando el sabor no era agradable, quedó satisfecho la sensación placentera que le debió producir su ingesta.
Buscando como obtener una experiencia gustativa más aceptable, consultó a los sacerdotes, que extrañados no pudieron solucionarle el problema gastronómico.
La decepción le invadió a Kaldi, y los granos acabaron en el fuego. Ese azar hizo que el aroma que desprendían resultase a la postre más atractivo, y de este modo el proceso de tostado de café acabo por complementar a los frutos cafeteros.
El descubrimiento de la cafeína sirvió para aguantar en las oraciones nocturnas de los rituales, ingerido como infusión.
Yemen
El siguiente marco en el que el café pasó a su siguiente nivel de difusión fue la la península arábiga y el actual Yemén. Su consumo en el siglo XV, ya infusionado, se hizo tan tan celebre que la ley islámica lo llegó a prohibir por el éxito que obtuvo, asociado como una “droga”, cuando en realidad solo estimulaba al cuerpo.
La verdadera razón de la persecución del café hay que buscarla en las tertulias que llevaban a cabo intelectuales y filósofos en los “kaveh kanes” (establecimientos que vendían café), siempre enemigos para el dogma de cualquier religión.
Frenar su consumo y la presencia de estos lugares para consumir se antojaba tarea imposible, de modo que al menos lo trataron de limitar obligando a pagar impuestos a esos lugares de consumo.
Por aquel entonces fue providencial el trabajo del médico y botánico alemán Léonard Rauwolf en 1583, a quién debemos los primeros estudios y descripciones sobre el origen del café.
Moca, en el actual Yemen era el puerto principal de la única ruta marítima a la Meca y además del café, de allí partían barcos con esclavos y productos exóticos en aquél momento. Sin embargo los árabes no querían que se exportasen plantas de cafeto, temerosos de perder el monopolio.
La ciudad de Moca se convirtió así en el centro de comercio de café más importante. Mercaderes árabes transportaban el café a Persia, Turquía y finalmente a Europa.
Quienes lograron sacar plantas de café hacia Europa fueron los holandeses en 1616, que lo cultivaron en invernaderos, antes de que optaran por llevarlo al sudeste asiático, en lugares que estaban bajo su control comercial, como la isla de Ceilán (Sri Lanka).
Del cuerno de África el café se extendió gracias a los árabes por Egipto y Turquía, desde el Cairo a Estambul o la Meca. Y los venecianos, siempre atentos a cualquier oportunidad, le echaron el ojo.
Y el café llega a Europa
Siglo XVII, Europa era el ombligo del mundo -o eso nos gusta creer- y el café desembarcó generando expectación y temor a partes iguales. Mientras algunos comerciantes se frotaban las manos, otros que no controlaban su distribución se tiraban de los pelos, alentando a la Iglesia católica de que era un “peligroso” nuevo vino que transformaba a la gente. No debió pensar lo mismo el papa Clemente VIII que lo probó y lo bautizó como se hacía con cualquier alimento.
Penetrando por el sur de Europa gracias a los comerciantes venecianos en 1615 y agradando a los paladares mediterráneos, hacia 1650 se empezó a exportar en mayor cantidad a Inglaterra, generando una fiebre de aperturas de cafeterías, compitiendo con el té.
Se afirma que el primer lugar de venta de la bebida del café en Europa fue en la misma Venecia en 1683, y de hecho allí encontramos uno de los más antiguos, el Caffè Florian de la Plaza de San Marcos, abierto desde 1720 hasta hoy.
En cada país hay cafés que afirman que ellos fueron los primeros como uno en Berlín en 1670 o el café Procope en París. Otras ciudades insignes asociadas al consumo de café, como Viena deben su “adicción” al café a hitos bélicos como la Batalla de Viena de 1683.
Lo cierto es que para mediados del siglo XVIII todas las ciudades europeas tenían cafeterías de moda. Pero fue especialmente en el siglo XIX cuando el café se popularizó a tales niveles que la demanda obligó a que las plantaciones de café fuesen cada vez mayores. Los ingleses, que habían sustituido a los holandeses en el control colonial de Asia, pasaron a mover el comercio internacional de café.
Y si hablamos de España solo hay que mirar la importancia que tuvo el café a finales del XIX y principios del XX, transformando el paisaje urbano con cafeterías a las que acudían los intelectuales. Fruto de ello son algunos de los cafés más célebres, como el Café Gijón (Madrid, 1888), el Café Novelty (Salamanca, 1905) o el Café de Fornos (Madrid, 1907).
Otro de los ejemplos de hasta qué punto caló el consumo de café es la introducción de las plantas de café en las islas Canarias a finales del siglo XVIII, primero en Tenerife, y más tarde en el Valle de Agaete, donde aún se cultivan y producen granos de café.
Colonialismo y negocios
Los europeos comenzaron a llevar la planta del café por todo el mundo, buscando climas y zonas donde se pudiera adaptar bien e incluso mejorar su rendimiento o sabor. De este modo los portugueses lo introdujeron en Brasil, los españoles en México o Colombia, y los ingleses y holandeses en el sudeste asiático.
Al final son las zonas tropicales y subtropicales de África, América y Asia las que producen un café de mayor calidad, o de una cantidad más alta, dependiendo del tipo de café que se quiere vender.
Es por ello que a día de hoy encontramos grandes extensiones de café en América Central y del Sur, Vietnam, Indonesia, Kenia o Costa de Marfil.
El café en Asia
Ya citábamos que los holandeses introdujeron el café en zonas bajo su control, como en Malabar en la India, la isla de Java en Indonesia y otros rincones asiáticos.
En Sri Lanka los ingleses lo llevaron a las Tierras Altas del interior de la isla pero las plagas no permitieron que fuese del todo productivo y fue sustituido por las plantaciones de té.
El café en América
Como decíamos América se mostró como un territorio extenso y con muchas posibilidades dado el clima ecuatorial o de altura. Brasil albergó las primeras plantaciones, pero Colombia, Costa Rica o México no le fueron a la zaga, siendo muy propicias para el cultivo.
A Norteamérica y las colonias de ultramar inglesas llegó en 1668, suponiendo la apertura de espacios de venta y consumo de café en Nueva York, Filadelfia o Boston entre otras ciudades.
De hecho fue en esta ciudad en la que se produjo un hecho sumamente importante en la historia de Estados Unidos. Hablamos del motín del té en Boston acaecido en 1773, cuando los rebeldes lanzaron al mar el té al que los ingleses habían subido los impuestos, provocando la chispa que desembocó años más tarde en la Independencia de la colonia. El germen de la operación se gestó en la cafetería Dragón verde de Boston.
El corte de relaciones con Inglaterra con la independencia y especialmente el comercial, amén de las Guerras Europeas que limitaron el suministro de té, condujeron al cambio de consumo en Estados Unidos en detrimento del café.
Pero, el honor de haber llevado la primera planta a América está atribuido a Mathieu de Clieu, un oficial de la Marina francesa que, según se cuenta, llevó en 1714 con mucho esfuerzo una planta de cafeto a la Martinica, logrando en 1726 la primera cosecha de granos.
En 1777 se contabilizaban entre 18 y 19 millones de cafetos en la Martinica, y solo era el anticipo de un modelo de cosecha que cambiaría la orografía y paisaje del Nuevo Mundo.
Al igual que en Asia, los holandeses fomentaron su cultivo en masa en América Central y del Sur. Surinam en 1718, la Guayana francesa después y más tarde Brasil en 1727. En 1730 los británicos introdujeron el café en Jamaica, y cien años después, hacia 1825, América Central y del Sur ya tenían implementado un modelo cafetero.
A las colonias de España fue llevado el café de mano de los misioneros capuchinos en 1784, concretamente a Venezuela.
A Colombia llegó algo más tarde, en 1808, introducido en Cúcuta, Chinácota y Salazar. Al terminar el siglo, el Eje Cafetero Colombiano ya era una realidad.
La tecnología y el impulso al café
Dentro de la historia del café sería injusto dejar fuera a la evolución tecnológica como pilar sobre el que orbita la mejora de la eficiencia de cultivos o de la extracción. Los nuevos métodos que fueron apareciendo como la cafetera de filtro o la máquina de espresso, revolucionaron la forma de beber el café
Café de origen
Siendo transportado y plantado en todas las latitudes del mundo, las plantas de café solo han logrado darse en unos marcos geográficos en los que la temperatura, clima, lluvia y altura son los más aptos o idóneos.
Por qué el café es tan famoso en algunos países
El consumo de café ha impregnado tanto las tradiciones que en muchos países se ha convertido en un producto que, sin ser local, no puede ser concebido fuera del hábito diario.
El caso de Italia es especialmente paradigmático, ya que sin ser posible su cultivo, se trata de uno de los países que mejor marketing ha hecho del consumo de café. Una de las razones que asocian el café con Italia es el estilo de vida en el que a lo largo del día, sea mañana, mediodía, tarde o incluso noche, siempre hay un café servido en sus decenas de formas posibles.
Turquía es otro de los países en los que el café es toda una institución. Incluso en 2022 se produjo la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad otorgada por la UNESCO a la cultura y tradición del café a la turca.
El buen café, y por hecho hacemos hincapié en la variedad arábiga y en concreto al café de especialidad, cuenta precisamente con menor porcentaje de cafeína. Eso se traduce en que, obviando el mito de que un café por la tarde noche no deja dormir, beberlo sea saludable a cualquier hora del día.
Hay que recordar que al igual que con los cereales y casi cualquier producto comestible, del primer café que provenía de arbustos silvestres de cafeto, hasta las plantas que hoy podemos conocer, hay siglos de investigación para sacar más rendimiento de las plantas y de los frutos.
Y es que los cafetos actuales pueden llegar a los 10 metros de altura, si bien se podan para que no sobrepasen los 3 metros. En apenas 3 o 4 años ya dan frutos, algo seguramente impensable en las plantas primigenias salvajes. Es más, del género Coffea hay más de 6.000 especies diferentes y alrededor de 25 variedades.